Es sábado el día en que la veo,
espero toda la semana que llegue este día y cuando lo hace me siento como una
niña en la mañana de Reyes. Entro en la cafetería, no quiero que crea que voy
por ella, aunque es así, por eso llevo el periódico bajo el brazo. Está detrás
de la barra ordenando y cuando me ve sonríe ampliamente, adoro su sonrisa desde
la primera vez que la vi. No hay nadie más, solo nosotras dos, vengo a primera
hora a sabiendas que así estaremos un rato asolas para charlar y a lo mejor
compartir alguna confidencia. Me siento en mi mesa, la de la esquina, justo al
lado de la barra, no quiero parecer muy osada sentándome muy cerca, me gusta
mantener cierta distancia. Ella está preparando mí café, ese que ya no le pido
porque sabe perfectamente como me gusta, la miro con cierto descaro sabiendo
que si se gira me descubrirá perdida en sus curvas y su pelo cobrizo. He soñado
tantas veces en su cuerpo, su tacto y sabor que casi puedo sentirlo con verla.
Mis pensamientos han volado a millones de años luz y cuando vuelvo ella ya no
está, ha andando hasta llegar a mi lado con dos cafés. A veces desayuna
conmigo, somos amigas y es normal no hay que ir más allá, no puedo leer más
lejos de eso duele ilusionarse y luego caer. Deja mi café delante del periódico
y coloca el suyo a mi derecha, sonríe, sus ojos se quedan atrapados en los míos
y me siento completamente desnuda, bajo la mirada al periódico buscando refugio
y fuerza.
–
¿Qué lees? – Me pregunta mientras se sienta a mi
lado, demasiado cerca para no notar su aroma.
–
Pues buscaba los horóscopos, siempre los leo
aunque nunca aciertan. – La miro y sonrío, ahora es ella la que se ha puesto
nerviosa o eso me ha parecido, baja la mirada y mira su café removiéndolo con
la cucharilla.
–
¿Qué signo eres?
–
Sagitario. ¿Y tú? – Paso la pagina y sin querer
rozo su mano, es suave y cálida, me perdería por siempre en cualquier parte de
su piel.
–
Leo. – Aparta la mano siento el dolor del
rechazo no pronunciado, llego a los horóscopos y decido que es mejor no pensar
más en su piel.
–
A ver qué dice de los Leo, “Te espera una semana
algo complicada, tú corazón descubrirá un nuevo amor, vigila las finanzas”. – Levanto
el rostro de la pagina y encuentro sus ojos demasiado cerca, no me he dado
cuenta de su proximidad hasta ese momento carraspeo y me separo con disimulo.
–
¿Nuevo amor? Eso espero… – pone su mano en el
banco justo pegada a la mía y noto su dedo acariciar el mío, debe haberlo hecho
sin darse cuenta. − ¿Qué dice de ti?
–
A ver, “Sagitario, busca bien en tú circulo
cercano, ahí se encuentra tú media naranja. Es una semana propicia para el
dinero”.
–
Vaya te tocará la lotería. – Su mano sigue
pegada a la mía y ya no puedo pensar en nada que no sea su piel suave. − ¿Y qué
se entiende por círculo cercano?
–
Personas habituales en mí día a día, supongo. –
No lo digo muy convencida.
–
Incluso si las ves solo, digamos… ¿Un día a la
semana?
La taza de café se medio resbala
de mi mano al escucharla causando un poco de estropicio, no estoy soñando eso
ha sido real. Está cubriendo con servilletas el café de la mesa, pongo mi mano
encima de la suya, lo he entendido, lo he oído. Me mira, primero a los ojos,
luego a los labios, quiero besarla, moriría por ese beso y entonces… alguien
entra y rompe el momento. Instintivamente nos apartamos como si estuviéramos
haciendo algo malo, aunque sintamos todo lo contrario. Ella se levanta y va
detrás de la barra para atender al chico que está sentado en una de las sillas
altas, le sonríe y hablan, deben ser amigos, él le acaricia el brazo cuando le
deja el café delante y ella no lo rechaza, todo lo contrario. He intentado por
todos los medios no mirarla, leer el periódico, pero no puedo evitarlo y ahora
siento un sentido de propiedad absurdo, unos celos infundados y prohibidos,
pero aun así celos. Bebo el resto de mi café ya helado y decido que es mejor
irme, fue un segundo de estupidez pasajera, un instante que se rompió y que no
será ya más. Seguiremos siendo clienta y camarera, jugando nuestros papeles a
la perfección, hablando de todo y de nada, entendiendo donde están los límites
y no pasándolos más.
Ya con el dinero del café en la
mano me acerco a la barra, no quiero parecer fría o distante, pero este dolor
absurdo y punzante no me deja ser de otra forma.
–
Mira te lo dejo aquí – Una frase de
circunstancias que no satisface todo lo que le diría en ese momento.
–
¿Qué? – Parece desconcertada por mí seriedad.
–
Hasta luego. – Me doy la vuelta y abro la
puerta.
–
¡Espera! – sale de detrás de la barra y me
alcanza antes de que salga.
–
¿Qué? – Me doy la vuelta y su cuerpo se pega al
mío.
–
Quería decirte que el horóscopo se equivocaba no
se puede descubrir algo que ya se sabe de hace semanas… – lentamente sus labios
quedan pegados a los míos, tan juntos que noto su aliento cálido en mi boca,
muero de placer de sentirlos ya encima de los míos, saboreo con calma el beso
demasiado corto a la vez que perfecto. − ¿Nos vemos luego? – pregunta mientras
seguimos prácticamente la una encima de la otra.
–
Sí… nos vemos… − De nuevo nos besamos y luego
salgo de la cafetería.
El sol brilla y hay gente por
todas partes, pero yo no veo ni siento nada, solo puedo pensar en ese beso, en
ella y su sonrisa indescriptible. Mi horóscopo sí acertó, ¡Dio de lleno en la
diana!
Bueno pues este es mi último ejercicio del curso de escritura y me apetecía compartirlo... ^^
ResponderEliminarEo!!! La palabra es...PRECIOSO!!! Me encantaron esos momentos de tensión, vamós que he disfrutado leyéndolo.
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